jueves, 3 de mayo de 2012

EL DOLOR AJENO


Muchas veces, no nos damos cuenta de que con nuestros gestos y actitudes hacemos daño a la gente. A veces no somos capaces de controlar nuevos impulsos, nuestra ira o nuestros sentimientos y volcamos esa rabia sobre la persona menos indicada o la que menos se lo merece. Pero, también considero, que la persona que nos conozca bien, sabe que muchas veces, nuestra manera de reaccionar o de comportarse, busca el bienestar de los dos, no solo el propio. Aunque la forma no sea la más indicada, el fondo es lícito. Aunque, duela la manera en el que se hacen las cosas en un momento determinado, uno tiene que dejarse de mirar el ombligo y pensar en el otro. No pensar que se le ha querido hacer daño, sino que se necesitaba un espacio de tiempo o una distancia para limar y arreglar aspectos de esa relación que no quedaban claros o que precisamente habían sido los culpables de esa situación. En mi caso, soy impulsivo, muchas veces me dejo llevar más por el corazón que por la cabeza y eso cuesta de entender. Posiblemente siendo como soy yo, también me costaría entender que alguien lo hiciera conmigo pero intentaría llegar al quid de la cuestión y no quedarme solo en el daño que me ha hecho. Si mi conciencia está tranquila, no tengo porque temer nada, no tengo porque sentir que yo le he podido hacer daño a alguien y por eso ha reaccionado así.

Muchas veces, uno siente que tiene que pasarse toda la vida justificando su manera de ser y de comportarse, como si fuera una persona con instintos maquiavélicos o malignos y al mismo tiempo tiene que justificar la manera de ser de los demás porque todo el mundo es bueno, menos uno mismo. No creo que nadie se tenga que flagelar, por ser de una manera o de otra, está claro que muchas acciones son reprobables, sobre todo, aquellas que consisten en hacerle daño al otro, pero si uno tiene claro que precisamente, dolor, es lo que no quiere causar, no tiene porque sentirse hecho una piltrafa y una mierda.

Creo que somos las personas que tenemos sentimientos verdaderos, las primeras personas que no nos importa pedir disculpas si hemos metido la pata con alguien, si hemos causado dolor a alguien. Tenemos una cosa que se llama conciencia y otra que se llama remordimientos de conciencia pero al mismo tiempo, creo que es justo pedir, que si a nosotros nos hacen daño, también nos merecemos que nos pidan perdón y que sepan que nos hemos sentido heridos.

Solo espero, que este articulo escrito a las cuatro de la mañana de un jueves de mayo sirva para darse cuenta de que uno, puede fallar muchas veces en sus acciones, porque no somos capaces del calcular el alcance de las mismas, pero si tiene claro que su intención no es hacer daño a la otra persona, sino todo lo contrario, creo que también se merece el beneficio de la duda. Es de justicia.

“El corazón tiene razones que la razón no entiende” (Blaise Pascal)

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