Muchas
veces, no nos damos cuenta de que con nuestros gestos y actitudes
hacemos daño a la gente. A veces no somos capaces de controlar
nuevos impulsos, nuestra ira o nuestros sentimientos y volcamos esa
rabia sobre la persona menos indicada o la que menos se lo merece.
Pero, también considero, que la persona que nos conozca bien, sabe
que muchas veces, nuestra manera de reaccionar o de comportarse,
busca el bienestar de los dos, no solo el propio. Aunque la forma no
sea la más indicada, el fondo es lícito. Aunque, duela la manera
en el que se hacen las cosas en un momento determinado, uno tiene que
dejarse de mirar el ombligo y pensar en el otro. No pensar que se le
ha querido hacer daño, sino que se necesitaba un espacio de tiempo o
una distancia para limar y arreglar aspectos de esa relación que no
quedaban claros o que precisamente habían sido los culpables de esa
situación. En mi caso, soy impulsivo, muchas veces me dejo llevar
más por el corazón que por la cabeza y eso cuesta de entender.
Posiblemente siendo como soy yo, también me costaría entender que
alguien lo hiciera conmigo pero intentaría llegar al quid de la
cuestión y no quedarme solo en el daño que me ha hecho. Si mi
conciencia está tranquila, no tengo porque temer nada, no tengo
porque sentir que yo le he podido hacer daño a alguien y por eso ha
reaccionado así.
Muchas
veces, uno siente que tiene que pasarse toda la vida justificando su
manera de ser y de comportarse, como si fuera una persona con
instintos maquiavélicos o malignos y al mismo tiempo tiene que
justificar la manera de ser de los demás porque todo el mundo es
bueno, menos uno mismo. No creo que nadie se tenga que flagelar, por
ser de una manera o de otra, está claro que muchas acciones son
reprobables, sobre todo, aquellas que consisten en hacerle daño al
otro, pero si uno tiene claro que precisamente, dolor, es lo que no
quiere causar, no tiene porque sentirse hecho una piltrafa y una
mierda.
Creo
que somos las personas que tenemos sentimientos verdaderos, las
primeras personas que no nos importa pedir disculpas si hemos metido
la pata con alguien, si hemos causado dolor a alguien. Tenemos una
cosa que se llama conciencia y otra que se llama remordimientos de
conciencia pero al mismo tiempo, creo que es justo pedir, que si a
nosotros nos hacen daño, también nos merecemos que nos pidan perdón
y que sepan que nos hemos sentido heridos.
Solo
espero, que este articulo escrito a las cuatro de la mañana de un
jueves de mayo sirva para darse cuenta de que uno, puede fallar
muchas veces en sus acciones, porque no somos capaces del calcular el
alcance de las mismas, pero si tiene claro que su intención no es
hacer daño a la otra persona, sino todo lo contrario, creo que
también se merece el beneficio de la duda. Es de justicia.
“El corazón
tiene razones que la razón no entiende” (Blaise Pascal)
No hay comentarios:
Publicar un comentario