jueves, 25 de abril de 2013

EL DESVELO

Una vez más, me he desvelado. No es que sea frecuente en mí pero cuando lo hago me da mucha rabia, porque ya me cuesta a veces dormirme, para que encima lo haga mal y me despierte a mitad de la noche sin saber cuando me volverá a entrar el sueño. Ahora mismo, creo que ni tomándome un somnífero sería capaz de dormir plácidamente y eso que en dos horas tengo que estar despierto porque me espera una jornada ajetreada.



 No sé vosotros, pero al menos yo, podría nombrar muchos de los motivos por los que me suelo desvelar. Aunque unos son más claros que otros, siempre parece que tienen algo en común y es, ese peso de la conciencia por algo que no hemos hecho bien (no quiere decir por eso, que nosotros seamos los culpables de ese acto, sino una situación que no hemos sabido manejar), por algo que ha ocurrido en nuestra vida y no hemos sabido o no hemos querido ver, por preocupaciones de la vida cotidiana que no dejan a nuestra mente descansar en paz y por una ansiedad manifiesta cuando algo importante en tu vida no te está saliendo como tu esperabas o imaginabas y tu mente intenta buscar soluciones pronto sin encontrarlas.

Muchos pueden ser que solucionen sus desvelos escuchando música, leyendo un libro, chateando por Internet o con técnicas de relajación. En mi caso, intento solucionar la situación, escribiendo sobre ello, para mí es como una terapia. Quizás, sacando a relucir como me encuentro, mi conciencia se siente satisfecha y me permite descansar un rato más, al menos hasta la hora justa en la que debería levantarme. 




Yo, nunca he sido de dormir mucho, incluso cuando me he acostado tarde. Aún muriéndome del sueño y provocándome que no tuviera los cinco sentidos en activo, mi cuerpo nunca o casi nunca me ha pedido dormir más allá de las ocho horas diarias que todos los expertos consideran para un buen descanso de la mente y del cuerpo. Creo que han sido casos muy excepcionales, en los que he sido capaz de dormir nueve o diez horas , pero poco más. Me gustaría pensar que no voy a acabar como otros, teniendo que tomarme dos o tres pastillas todas las noches para poder dormir aunque sean cuatro o cinco horas al día. Soy enemigo total de las pastillas y solo pensar en eso me aterra. 

Lo que no se si me aterra y por eso estoy donde estoy, es que esta noche he soñado dos veces que el perro doberman de una vecina venía siempre hacía mi y yo me tenía que encaramar a una valla para que no me mordiera y me hiciera picadillo. Lo más curioso, es que ninguna vecina de mi edificio tiene un perro de esa raza. 

En fin, me dejo de desvaríos y voy a ver si consigo caer otra vez en brazos de Morfeo. Que descansen.

Artículo escrito a las 6 de la mañana del día 25 de abril :) 

miércoles, 10 de abril de 2013

¿POR QUE LO LLAMAN ATENTANDO CUANDO QUIEREN DECIR ESCRACHE?

Desde hace algunas semanas, se viene hablando de los "escraches". Según tengo entendido, es el nombre que en países como Argentina, Uruguay y ahora España se les da a un tipo de manifestación pacífica, en la que un grupo de personas deciden defender sus derechos yendo al domicilio o lugar de trabajo de alguien a quién quieren denunciar. Es un método de protesta directa para dar a conocer a la opinión pública que es lo que reclaman y cual es el objetivo de sus reclamaciones. Ahora mismo, es la manera más directa de protesta y esto es lo que parece que ha hecho que la clase política se haya revuelto a favor y en contra y estén más activos que nunca en cuanto a declaraciones de unos y de otros.

 

Es sabido, que nuestros dirigentes, cuando lanzan discursos propios, muestran lo peor de si mismos y una gran falta de dialéctica en sus disertaciones. El problema es, cuando esas manifestaciones incluyen insultos como la de la delegada del gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes que tildó a los de la Plataforma Anti-Desahucios de batasunos, o lo que es lo mismo, de terroristas o como mínimo, de defensores  del terrorismo, por hace un paralelismo. Aunque luego lo intentó matizar, todos los medios de comunicación, incluyendo redes sociales, ya se habían hecho eco de sus palabras y su rectificación llegaba tarde y de mala manera. No se les puede culpar a los ciudadanos de que insulten a políticos cuando estos, que supuestamente deberían estar al servicio del pueblo, actúan como si fuera la ciudadanía, la que está al servicio de los políticos. Yo no defiendo la violencia bajo ningún concepto pero si yo como ciudadano, siento que un dirigente político me compara con un terrorista o un asesino, por defender mis derechos legitimados en la Constitución, yo tengo todo el derecho a decirle a ese dirigente que está donde está para defender al ciudadano, no para insultarlo, ni degradarlo. Vivimos en una democracia secuestrada en la que los políticos nos quieren hacer creer que vivimos en una época de libertad, de defensa de nuestros derechos, de pluralidad, de respeto ideológico pero todo eso es mentira como se está demostrando. Al PP no le importan sus ciudadanos, solo le importa lo que piensa la Troika, con Angela Merkel a la cabeza, le da igual que hayan 6 millones de parados, solo le importa el déficit, eso sí, para los tropecientos mil asesores que se tiene en el gobierno, siempre hay dinero.


Cuando se hacen declaraciones como los argumentos que defienden alternativas a los desahucios, se lanzan voces en contra, diciendo frases como "pues que no se hubiera endeudado", "que hubiera alquilado una casa", "que no hubiera pedido una hipoteca". Esto quedaría muy bien decirlo, si no fuera porque durante años todos los bancos, constructoras y empresas relacionadas con este sector nos han convencido de que era más útil comprar una cosa que alquilarla. Ha sido explotar la burbuja inmobiliaria y se ha demostrado el engaño de esta medida, que ahora muchos ciudadanos están sufriendo. Se tienen que plantear opciones que permitan a esos desahuciados alquilar casas a precios más bajos o buscar vías para que puedan mejorar su situación. También se tiene que estudiar caso por caso porque lo que no tiene delito es que en este país, permitamos que a Urdangarín se le congele la hipotetca y a otros, incluso estando pagando su alquiler religiosamente, se le quiera desahuciar por ser la casa de renta antigua, por poner un ejemplo. Pueden haber arrendadores que necesiten la casa o recuperar el dinero impagado por diversas razones, en ese caso si veo lícito el desahucio pero en muchos casos, se debería de tener en cuenta cuales son las situaciones de los desahuciados y los desahuciadores e intentar llegar a un acuerdo. No entiendo como en este país en el que supuestamente llevamos más de 40 años de democracia, todavía estamos en pañales en muchos casos.

 

Ahora, ha salido una medida que exige a los escraches situarse a un mínimo de 300 metros de las casas de aquellos políticos a los que se les realice este tipo de acciones y bocas bien alimentadas como las de Ignacio Cosidó (no olvidemos que es el niño mimado del Ministro del Interior) ha expresado que las manifestaciones antidesahucios son "prácticas totalitarias" en declaraciones como ésta: “Hay actitudes de acoso e insulto, de agresiones verbales o físicas que son prácticas totalitarios y que requieren no solo la actuación de la Policía sino también una condena expresa de todos los que creemos en la democracia”, ha señalado Cosidó. Mi pregunta es ¿y las declaraciones de la señora Cifuentes llamando batasunos a los de la PAH? ¿A ella no le va a intervenir la Policía? ¿De verdad estamos en democracia o es eso lo que nos quieren hacer creer? Cada vez somos más los que estamos abriendo los ojos, ante ese estado totalitario que el PP nos quiere imponer y como no nos vamos a callar y no les tenemos miedo, nos quieren amedrentar, pero nosotros tenemos más fuerza y más firmeza y ellos solo tienen un poder que ni se merecen, ni saben manejar. Las amenazas de los dirigentes no van a detener a Ada Colau ni a los de la PH y ya han prometido una Primavera Verde. Ojalá que les vaya bien.

Si algún político, me considera un terrorista por defender mis derechos que se atreva a decírmelo a la cara si tiene vergüenza.



lunes, 8 de abril de 2013

SE LLAMABA SOFÍA

Cuando uno empieza a escribir una historia, intuye cuál es el principio, pero muchas veces desconoce, el final. Emprendí esta aventura sabiendo cómo deseaba que comenzara, pero me vi sorprendido por el desenlace. Esto es, lo que me sucedió. 

Un caluroso día de primavera, volvía con mis compañeros del viaje de fin de carrera por las islas griegas. Caminando por los pasillos del avión, me fijé en ella, observé su aspecto grácil, su mirada tierna y sus delicados gestos, parecía un ser etéreo, casi irreal. Su mirada azul, diáfana, de rubio cabello lacio y una sonrisa que cortaba la respiración se confrontaban conmigo, un modesto universitario de veintidós años, de poca estatura, con miopía galopante escondida bajo gafas negras de aspecto anticuado y para colmo, tartamudeaba cuando alguien desconocido me dirigía la palabra. A pesar de todo, cuando la vi las palpitaciones de mi corazón, fueron el incentivo para acercarme a ella. 

Me acerqué, con una excusa tonta conseguí romper el hielo. Al principio no fue fácil, como todo inicio, pero su interés en seguir la conversación dio un resultado más fluido. En perfecto español, dijo que se llamaba Sofía. Era ateniense de nacimiento, actualmente estaba viviendo en España por cuestiones de estudio y de trabajo. Me contó que había ido a Grecia para estar unos días con sus padres. Por mi parte, le indiqué el motivo que me había llevado a visitar su país, le expresé mi alegría y admiración por la belleza de los lugares que había tenido la oportunidad de contemplar durante el viaje. Ella, partícipe de la pasión que yo ponía al hablar de su tierra natal, inició un debate sobre las diferencias y semejanzas entre griegos y españoles. Poco a poco, el diálogo fue derivando hacia aspectos más personales y nos dimos cuenta de que nos unían muchas cosas. En España, residíamos en la misma ciudad. Teníamos las mismas aficiones, gustos y similares costumbres, pero en contextos diferentes. 

Hablar con ella era como verme reflejado en una espejo , aunque con otro físico, claro está. La charla fue tan amena y distendida que, cuando nos dimos cuenta, ya estábamos a punto de aterrizar. Yo tenía que reunirme con mis compañeros pero tuve tiempo de anotar su número de teléfono y su e-mail. Sonreí prometiéndole que pronto volvería a saber de mí. Rápidamente, regresé con mis amigos para preparar el equipaje y salir del avión. En el camino de regreso a casa, me preguntaba por qué el destino me había permitido conocer a Sofía.

Unos días después, la llamé y respondió de inmediato a mi propuesta de encontrarnos con mucho interés. Como si de un flechazo se tratara, en ese primer encuentro ya surgió el amor. Un amor, que se vería truncado por las adversidades del destino. 

Fueron muchas las citas que tuvimos. Cada día, me sorprendía de poder estar con una chica tan hermosa como Sofía, con la facultad de hacerme sentir que era alguien valioso para ella, aunque mi baja autoestima, hacía que me viera a mí mismo con un ser diminuto ante su imponente presencia, su contagioso optimismo y las enormas ganas de vivir de las que gozaba. Siempre fui alguien bastante negativo, con tendencia a ver el vaso medio vacío. Aprecié gratamente que fuera una persona más madura de lo normal para su edad, además de estar dotada de una inusual inteligencia y gran capacidad de observación. 

Un día, sin que ella diera más explicación, las cosas empezaron a cambiar. Dejó de llamarme, no respondía a mis mensajes ni me cogía el teléfono. Intenté saber de Sofía por todos los medios, pero me fue imposible. Parecía como si se la hubiera tragado la tierra. Me cuestionaba qué error había cometido para que no quisiese saber nada de mí, pero por que más que rebusqué para justificar su actitud, no me satisfacía ninguna respuesta. Sospeché que algo raro debía ocurrile para comportarse de esa manera, pero nunca que su repentina desaparición fuera ocasionada por algo tan trágico, como comprobaría más tarde.

 Tras varios días de incertidumbre, llamó para fijar una cita, ansiaba contarme algo importante. Accedí no sin cierta preocupación, pero decliné pedirle explicaciones de por qué había desaparecido sin decir nada. Se fijó la cita, a las siete de la tarde, en una tranquila plaza, para hablar seriamente. Colgué el teléfono y me sentí invadido por una mezcla de angustia y desasosiego. Presentía que algo no iba bien y no me equivocaba.

Llegué puntual al lugar acordado, pero ella quizás como todas las mujeres, se retrasaba. Me senté en un banco a esperar. Cada minuto de demora me ponía más nervioso e inquieto hasta que la vi aparecer demacrada, con los ojos vidriosos, como si su belleza se marchitara por momentos. La besé, castamente, en la mejilla, sin que ella atinara el más mínimo gesto afectivo. Nos sentamos en el banco donde había estado esperándola y casi sin poder hablar, soltó la brutal noticia: le habían diagnosticado un cáncer incurable, le quedaba poco tiempo de vida. En ese momento, todo lo que habíamos vivido juntos pasó por delante de mi como si fuera una película. Cuando me recuperé del desconcierto, decidí abrazarla fuertemente ofreciéndome por entero. Le hice saber que nunca la dejaría sola. 

Pasadas dos semanas del encuentro en que contó su estado de salud, está claro que no volvimos a ser los mismos. Yo la seguía considerando mi novia, mientras, ella parecía haber roto ese vínculo, tratándome solo como amigo, quizás, para mitigar el dolor provocado por su trágico futuro. Me convertí en mero espectador de su deterioro, sin que pudiera hacer nada contra el inevitable proceso de una persona cuando sabe que su final está cerca. 

Meses después, Sofía falleció en el hospital. Aunque siempre fue una mujer luchadora, el destino es más fuerte que nosotros y en esta ocasión, se convirtió en víctima de una dura batalla. Murió sostenida de mi mano, segundos antes la había oprimido tímidamente, ya sin fuerzas. Los días posteriores, la pena me invadió completamente, pero estaba seguro de que ella, desde el Cielo, velaba por mí para aminorar mi profunda tristeza. Siempre recordaré, que se llamaba Sofía, la sabiduría. 


Este es el primer relato corto que escribí para mi curso de Escritura Creativa en verano del 2011. Espero que os guste. 

lunes, 1 de abril de 2013

LO ESENCIAL: AQUELLO QUE ESTÁ MÁS CERCA DE LO QUE PENSAMOS.


Llevo mucho tiemo sin escribir en mi blog personal y desde hace ya unas semanas, me viene rondando una pregunta por la cabeza, un sentimiento, algo que yo creo que nos ha pasado a todos en alguna ocasión y que cada uno lo hemos resuelto de una manera u otra dependiendo de nuestra edad,  madurez, personalidad o manera de ser. Mi pregunta es la siguiente:

¿Os habéis sentido alguna vez vacíos por dentro? ¿Como habéis calmado esa sensación? ¿Lo habéis hecho con cosas materiales o de otra manera? A mi esto que os cuento me ha ocurrido en multitud de ocasiones. Afortunadamente, hace ya mucho tiempo que no me pasa pero siempre que hecho un vistazo al pasado, me vienen esos recuerdos.

El caso es que cada ves que discutía con mi padre o con mi familia y me encontraba en ese estado de tensión que uno guarda después de una discusión, calmaba mi desasiego yéndome a un centro comercial a comprarme una película o un disco o algo material, solo con la sensación de tenerla/o entre mis manos y saber que iba a poder ver esa película o escuchar ese disco, esa zozobra iba dispersándose. Esa compra, esos momentos de "shopping terapeútico" iban acompañados siempre de la compra y la ingesta de un buen pastel, un dulce, cuanto más cargado mejor. La idea de poder haber comprado algo y al mismo tiempo satisfaciendo mi necesidades "gastronómicas" era algo casi celestial, no tenía explicación. Se que suena a risa, pero estoy seguro que muchos de nosotros y de los que están leyendo esto ahora mismo, les ha pasado alguna vez.

Todos hemos vivido algún momento de desasosiego, de intranquilidad, de guerra interior y hemos reaccionado de manera diferente. Unos tomando alcohol, otros fumando y otros comprando cosas materiales como solución o vía de escape a nuestros problemas. Seguramente de haber contado hasta diez o hasta cien, no lo hubiéramos hecho pero las circunstancias, el momento nos impulsó a hacerlo, aunque luego nos arrepintiéramos sin poder hacer marcha atrás. Visto desde otra perspectiva, para mí, era una manera de actuar buscando una falsa solución a mi estado psicológico y emocional influenciado por mi inmadurez. Ahora, veo las cosas de otra manera, soy más fuerte psicológicamente y confío más en mi mismo y tengo más herramientas para solucionar aquellas situaciones que me provocan desazón. He aprendido a valorar más lo esencial de la vida, a apreciarlo más aunque muchas veces el carácter de cada uno nos ponga nuestras propias barreras para darnos cuenta de que es lo verdaderamente importante en esta vida.

 

Mi intención no es ponerme metasífico, ni dar lecciones de nada, sino dar a conocer una situación que solo yo pensaba que la vivía, pero que estoy seguro que a muchos de los que están leyendo esto o se encuentran a su alrededor, les ha pasado. Está claro que el dinero a todos nos ayuda, y nos proporciona felicidad pero debemos verlo más como un complemento que como algo primordial que debe acompañar a otro aspectos como el cariño de tus seres queridos, de tu familia, amigos, etc...No se trata de ser cursi, sino de valorar que cuando a uno las cosas le van mal, que es lo más importante que tiene, que es lo más esencial y con lo que siempre va a contar, cuando las dificultades sean mayores. En tiempos de crisis, uno tiene que aprender a saber valorar eso, no siempre es fácil porque cada persona es un mundo y con carácteres muy diferentes, pero no podemos obviar que no estamos para perder el tiempo, se trata de buscarnos el apoyo de aquellos que nos quieren, que nos respetan y que están con nosotros a las duras y a las maduras. Eso es lo verdaderamente importante.

 

Tampoco se trata de que los demás nos digan como actuar, como hacer  las cosas, pero si es necesario, nos comemos el orgullo, aceptamos nuestras equivocaciones  y seguimos los consejos ofrecidos por las personas que se encuentran a nuestro alrededor y valoran como somos. Un consejo de alguien con experiencia y curtido en mil batallas, siempre es necesario. Para mí, el amor, el cariño, la valentía, la seguridad y la amistad de mi gente y de todos aquellos que me importan es lo verdaderamente esencial en esta vida y creo que en eso, tú y yo estamos de acuerdo.

No me quiero despedir sin dejaros una preciosa canción llamada "L'essenciale" y que habla precisamente de eso, de lo importante que es el amor (en este caso de amor habla la canción) de nuestros seres queridos y sobre todo de aquella persona a la que hemos dado todo nuestro amor y hemos querido que siempre estuviera a nuestro lado, desgraciadamente sin poder conseguirlo. Espero que la disfrutéis: